© de la imagen La meva maleta

martes, 30 de septiembre de 2014

¿Cuándo perdemos nuestro valor como ser humano?

Mi abuelabesitos temía que el personal sanitario que la atendía, al ver su avanzada edad -90 años- en su historial clínico, dejara de prestarle el interés debido. Lo contaba aquí

Por lo que leo en la prensa  (también aquí) los temores de mi abuela podrían convertirse en realidad. Un sindicato de médicos se ha quejado de la pregunta que les obligan a responder desde el Departament de Salut de la Generalitat: "¿Le sorprendería que este paciente muriera en los próximos 12 meses?". Ante la respuesta, Sí/No, los recursos destinados a su tratamiento podrían verse limitados.

Por lo visto, invertir en una persona a la que le queda menos de un año de vista es poco... rentable. Somos, existimos, en términos de "validez". Esto podría llamarse algo tan horrible como exterminio, genocidio o clasismo puro y duro, pero le llaman política, política de austeridad. ¡Ja!

Los mismos políticos que no tienen límites a la hora de ponerse sueldos inmerecidos, que juegan a la democracia (eso sí, se llenan la boca con esa palabra, siempre que la ley se adapte a lo que les conviene, si no, exigen poder votar -democráticamente- hasta que salga una ley que les guste más), deciden a quién merece o no la pena dedicarle recursos sanitarios. Peor aún, exigen a los médicos que ellos pongan su espada de Damocles sobre la cabeza de sus pacientes.

Me pregunto si ellos mismos juegan con estas reglas. Supongo que no. Ellos no suelen ser usuarios de la Sanidad pública.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Pensar con lógica



Encontré esta postal en una tienda de estas chulas en las que se venden cómics y el propio dependiente esbozaba dibujos increíbles en una Moleskine mientras yo elegía mi compra.
Te dije ¿qué significa? No supiste explicarme, te conté lo que me pareció a mí.

Piensa con el corazón. 

Siempre.
Ese es el termostato que te dirá si haces bien o mal. Cuando el camino que tengas que elegir sea duro, pero tu relojito del pecho te diga que eso es lo que toca, tú de cabeza.
Cuando llegue la tarde antes de un examen tu mejor amigo hecho polvo porque ha tenido un problema, y el corazón te diga que te necesita, no te preocupes, tu examen saldrá bien, si tú has hecho lo que debías (por eso hay que llevar las asignaturas al día).
Escucha bien el tictac cálido que llena tu pecho, porque la lógica a menudo  no nos sirve a los humanos, no somos matemática pura sino sonrisas, vivencias, piel, atardeceres y una tarde entera viendo fotos viejas. 
Piensa con el corazón. Lo demás saldrá solo.

martes, 16 de septiembre de 2014

Mi cuaderno de leer

 
 
La imagen de arriba corresponde a mi cuaderno de releer. Me he acostumbrado a llevarlo pegadito al libro de turno para tomar nota cuando encuentro algo que sé que querré volver a leer. Me ayuda a ser consciente de las palabras, de su belleza, del sentimiento que dejan de cómo un autor sabe jugar con ellas y cómo es capaz de traspasar tu corazón o tu cerebro con su impacto.
Comparto una de mis citas favoritas, una reflexión que por varias razones ha aparecido en mi camino últimamente. La quiero dejar escrita en este lugar, que no deja de ser mi cuaderno de notas virtual.

                      Aunque nada ocurriese luego, aunque se demostrase su inocencia, (...) todo el pueblo envidiaría para siempre a Feng, y a los ojos de todos, los hechos habrían sucedido realmente, por lo que sería odiado y maldito. En ocasiones la maldición es hija del odio y la maledicencia casi siempre de la envidia. La mala gente critica al rico porque tiene lo que los demás no tienen, al honesto porque es lo que los demás no son y al sabio por lo que los demás desearían saber, sin reparar en que el trabajo, la virtud y el estudio, en definitiva el esfuerzo, es la forja en donde crecen los resultados, una forja abnegada y constante que se alimenta de perseverancia, empeño y sudor. Pero la mala gente siempre termina consturyendo verdad de la mentira, a base de repetirla (...)

                      Del libro Las lágrimas de Henan, de Antonio Gomez Rufo
Aquí la dejo para ti, no como verdad absoluta, sino como punto de partida para tu propia reflexión.
Por cierto, el libro es bueno, aunque me parece una historia tremenda.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Me ahogo

imagen de aquí

Cada vez que trato de entrar a contar algo, una gran bocanada de agua me llena la boca, la nariz, las orejas, se introduce a través de mi pelo y de los poros de mi piel dentro de mi alma, de mi mente. 

Paso las páginas de este blog como aquellos cuentos en los que las figuras están dibujadas de forma consecutiva y la imagen se vuelve acción. Así, leo las cosas que me han pasado durante cuatro años y medio, y os encuentro, acompañándome día tras día, post tras post, y entonces comprendo que me debo a alguien, al que me lee. Abro la boca y una gran masa de agua me atraganta una vez más. 

Veo el blog con su aspecto nuevecito, con su princesa preciosa, y entonces me recuerdo a mí misma que tengo que contar algo. Y entonces me siento leída, estudiada, conocida, desnuda, y no puedo afrontar el aire seco y punzante, no quiero, no me puedo permitir ser transparente como agua porque siempre hay alguien dispuesto a utilizarte, a lastimarte, a perjudicarte, a darte algo que no quieres porque sabes que tarde o temprano te pasará su factura. 

En otras batallas virtuales, en las que se discute sobre todo aquello que sea discutible, por mero deporte. Izquierdas y derechas, tetas y biberones, malas madres (¿?) contra apegadas, pro-animales que defienden que hay que tratar a los animales como personas y a las personas que las zurzan. Los Podemos contra todos, yo contra Podemos, y al final, lo de siempre, se apagan las luces de neón y quedamos los cuatro de pueblo levantándonos a las seis y media para seguir con el mazo dando. Y tú, yo, quiero decir, agotada por haber defendido la causa con la que crees. Creías. Bueno, ni sabes.

Libros (buenos, sé que son buenos) escritos por mí se me pudren en los cajones y en la autoestima porque en el fondo de mi ser me niego a creer que jamás se verán publicados. 

Me pregunto si alguna vez volveré a ser lo que era, o si me crecerán algas en las puntas de los dedos de las manos y quedaré atrapada en el fondo del mar. Quizá, si salgo, me convierta en una estatua de sal. Así que permaneceré rodeada del silencio, que al menos, no me ahoga. O sí. Maldita sea. 



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